viernes, 11 de junio de 2021

Reseña Libro: La chica de al lado. De Jack Ketchum.

 

Fuente: https://labibliotecadecarfax.com/

La primera vez que escuché el nombre de Jack Ketchum no fue por uno de sus libros de terror. De hecho, en la lengua de Cervantes se editó muy poca cosa, “Al acecho”, “Al otro lado del río” y lo que había está descatalogado y es difícil (y caro) de encontrar. Fue, como me suele pasar a menudo con los escritores, por la adaptación cinematográfica de una de sus obras. “Jack Ketchum’s The Girl Next Door” (2007) dirigida por un tal Gregory Wilson que según IMDb había desaparecido del mapa poco después. La vi, creo recordar, en una maratón Midnight X-treme del Festival de Cine de Sitges de ese mismo año, de cuando me hice asiduo y nunca salía contento de allí si no me tragaba un mínimo de veinte películas esa semana (Y son pocas ¿eh?). La cinta en cuestión la recuerdo como un telefilme de serie-b bastante plana, con pocas sorpresas y nula emoción. Claro que también era difícil competir con “À l'intérieur'”, una de las mayores salvajadas que han pasado frente a mis retinas o con “Rec”, la ganadora espiritual de aquel certamen. Pero tenía algo, su premisa. Me costó quitármela de la cabeza desde entonces.


Poster de la película de 2007


Comentándola después con unas birras frente a un camarada, no recuerdo quien, también asiduo del Festival, supe que Jack Ketchum era uno de los autores más emblemáticos del género en Estados Unidos, que sus libros suelen ser bastante bestias y que con éste en concreto se basó en un caso real ocurrido a mediado de los 60. De hecho, ese mismo año, en el mismo festival, también proyectaron “An American Crime” dirigida por Tommy O'Haver con Ellen Page (Ahora Elliot) y Catherine Keener en los papeles principales. En este caso no adaptaron ningún libro sino directamente el suceso real en el que se basa. No la he visto, y eso que era fan de Ellen Page desde Hard Candy, pero tengo entendido que era bastante más “light” que la adaptación de Jack Ketchum.

Y fue al sótano

Pasaría un par de años antes de volver a escuchar su peculiar nombre. Fue en boca de toda una enciclopedia andante del frikismo y la serie-b más escabrosa que es mi colega Korvec, a raíz, creo, de una charla sobre lecturas sórdidas y películas cafres (temas de conversación recurrentes). Me habló de Offspring y The Woman, ambas partes de una saga sobre caníbales salvajes que merodean por la costa de Maine y también adaptadas al cine en películas inéditas en nuestro país (como sus correspondientes libros). La última la conocía como una peli que aún la tengo pendiente de Lucky McKee, el director de la simpática “May”. Por cierto, si que vi “Darlin” en el Festival de Sitges de hace un par de años, que es una secuela/spin-off de The Woman y tuve ocasión de hacerme un selfie con su estrella principal, Pollyanna McIntosh, que además dirigió la película. Una tipa muy maja, y paciente aguantando a este friki y su nula destreza con el trasto de móvil mientras otros hacían cola. En fin, el nombre de Jack Ketchum. pseudónimo de Dallas William Mayr, se me había quedado grabado a fuego en el cerebro. Y todavía no había leído un libro suyo, de haberlos les habría dado la bienvenida a mi trastero junto con otras lecturas fuertes como las que me dio Brett Easton Ellis y su American Psycho o Cormack McCarthy y su Meridiano de Sangre. A ver cuando domino el inglés…


Algo habrá hecho

Pero no había nada de que preocuparse, solo era cuestión de paciencia. Han pasado unos años, si, pero actualmente la joven editorial La Biblioteca de Carfax, dedicada a rescatar obras de terror de distintas épocas y subgéneros, nos ha editado dos de sus obras, Joyride (1994) y la presente “La chica de al lado” (1989) con unas hermosas ilustraciones de portada obra de Rafael Martín Coronel. A veces, al final, se hace justicia para los fans del terror en la lengua castellana. Y ahora todos podemos poner a prueba la calidad de sus letras (confiando en un buen traductor) y empezar conocer su estilo de hacer terror.

¿Crees que sabes lo que es el dolor?”

¿De qué va La chica de al lado? ¿No era una comedia romántica con el bellezón de Elisha Cuthbert haciendo de actriz porno?. Ya quisieran… Se basa en un caso real, para los que tengan curiosidad morbosa buscad el nombre de Sylvia Likens en la wikipedia. En resumidas cuentas, el suceso fue que esta chica de 16 años que, junto a su hermana Jenny, fue dejada al cuidado de una ama de casa llamada Gertrude Baniszewski, divorciada y con siete hijos, mientras sus padres trabajaban en un circo ambulante. Craso error. Gertrude ya tenía un pie en la locura y como caído del cielo vio en Sylvia el saco de boxeo ideal para desahogarse de todas sus frustraciones. Todo empezó con tareas domésticas pesadas y desagradables, castigos constantes por nimiedades, humillaciones y abusos, para luego subir la escala y pasar al secuestro, encerrarla en el sótano, hacerle pasar hambrunas, tortura física y psicológica cada vez más cruel y desagradable y finalmente dejarla morir por inanición. Todo eso ayudada por sus hijos y por todos los niños de su infame vecindario que se lo pasaron pipa martirizándola hasta superar los límites de su resistencia física y psicológica y, no olvidemos, con la aprobación y guía de una mujer adulta. Los médicos forenses describieron el caso como «el caso de abuso físico más terrible del estado de Indiana». Fue azotada, violada, marcada con hierro al rojo... en fin, que la cosa alcanzó unas cuotas extremas y cuando salió a la luz conmocionó a todo el país convirtiéndose en uno de los crímenes más atroces de su ya de por si bastante dilatada historia negra.


Ya tenemos nuestro propio Juego

Fuerte ¿no?. A Jack Ketchum también se lo pareció en su día y se dedicó a desempolvar los archivos del caso de Sylvia Likens, la desdichada mártir de Indiana, teniendo entre manos una premisa muy dura para hacer un libro de terror. No hay que olvidar que esto es una novela basada en el caso, no una crónica exacta, hizo muchos cambios sobretodo en nombres y detalles, pero los hechos en si han sido fieles a las declaraciones de los implicados. Sylvia pasaría llamarse Megan Loughlin, Meg para los amigos, sus padres morirían en un accidente y ella y su hermana, aquí llamada Susan, pasarían al cuidado de su tía, Ruth Chandler, el personaje que representa a Gertrude. El autor debió ver esto como una apuesta arriesgada. Tras libros como Off Season (el inicio de su saga de caníbales que rezo a Crom por que lo editen aquí también) o Hide and Seek, Ketchum se había ganado el reconocimiento de ser uno de los mayores exponentes del splatterpunk (el gore) y cierta fama de ser un “pornógrafo de la violencia” según la crítica americana (A saber, que estos también se escandalizan con nada). Por lo que sabía que si se metía de lleno en la historia de un abuso infantil llevado al extremo, no cabía duda de que iba a ser escrutado por las miras más severas de sus compatriotas y vecinos.


Como si la adorase

Aunque sería imposible esquivar la polémica, si es que de verdad hubo una intención de evitarla, la obra de Ketchum no es la fantasía de un sádico. No es una torture porn a lo Saw donde se le da caña a una chavala de 13 años. Creo que a mi amiga Eli le decepcionó un poco que sus páginas no fuesen tan hirientes como yo se lo vendí (le regalé el libro antes de leerlo yo) y que el shock no ocurriese hasta muy avanzada la novela. Claro que nosotros somos unos completos sado-masoquistas en cuanto cine y literatura se refiere, no vamos a ver una película de terror a reírnos como parece que fue la intención de Andrés Muschietti con la plaga de chascarrillos del reparto de It (sin conseguirlo). No, queremos sufrir con los protagonistas, nos encanta y con lo curado de espanto que estamos es cada vez más dificil. Pero que no se desanimen los amantes de terror (serio para variar) ni bajen la guardia los que son aprensivos, Puede que Jack Ketchum no se recree en el gore en esta ocasión pero tampoco omite ningún detalle del larga, constante e implacable martirio de la pobre protagonista, ni de la decadencia moral de sus verdugos. Es un libro que hay que leer con estomago.

He dicho que ella era una zorra”

Si los niños (y no tan niños) te ven como una persona adulta, y además te respetan o les caes bien, lo peor que le puedes hacer a una chica es llamarla “zorra”. No para insultarla, sino para definirla. En España usaríamos más el término “puta” que viene a ser lo mismo. Puta es una palabra muy fea, y dañina, hace referencia al oficio más antiguo del mundo y el más ingrato pues, dentro de la sensibilidad popular, da igual cuanto “consuelo” sean capaces de dar estas mujeres a sus clientes y los muchos riesgos que asuman o los dramas que tengan, siempre serán vistas como unas apestadas menos merecedoras de empatía humana que un perro callejero. ¿Qué hicieron la gente de bien en Francia, Italia u Holanda cuando se les liberó del yugo nazi? Sacaron a la calle las mujeres (putas o no) para humillarlas por haberse acostado con los alemanes aunque muy probablemente no tuvieron más remedio. Es muy propio de la gente recurrir a ellas para satisfacer las fantasías que no son capaces de confesar a sus conyuges para luego renegar de ellas y tacharlas de putas. Incluso si alguien normal y corriente decide en su cabeza simpatizar con ellas, en el momento de que una se le presente para sociabilizar como mínimo tendrá el impulsa de alejarse unos pasos por el “qué dirán”. En definitiva, si llamas zorra a una chica, la pones en lo más bajo que puede llegar una mujer, lo reduces a algo menos que animal, a ser una simple cosa y si algo les encanta a los niños (y no tan niños) es destrozar cosas.


Nadie la va a tocar

Ruth Chandler sabía bien de esto y fue el primer paso de su plan para destruir a Meg. Puso contra ella todos los niños (y niñas) del vecindario, quienes alentados por un adulto primero se despojaron de toda empatía por ella, para luego verla como a una enemiga o un desecho social y a partir de ahí atormentarla física y moralmente. La naturalidad de Jack Ketchum para representarnos esto es acojonante, se supone que el relato está ambientado en los años 50, con la sociedad americana recuperándose de una guerra y que todo esto viene a ser, según críticos, un reflejo del caos moral de la época. Pero es que lo vemos aún hoy en día. Se jode y se les llama puta a cualquier chica que sea demasiado guapa, demasiado fea, demasiado lista o demasiado tonta. En los institutos las acosan sus propias compañeras, gritan puta tras la puerta del lavabo donde la acusada haya ido corriendo a refugiarse. Y eso por no hablar de lo que hace la gente en las redes sociales. Esta mierda es muy actual y nunca falla. A partir de ahí solo es cuestión de alentar a los chicos a ser ellos mismos. También estos son para echarlos a comer aparte, tantos los hijos de Ruth como los demás vecinos son los clásicos niñatos de pueblo o de los extrarradios como los describiría Roald Dahl en el relato El Cisne: “Vivían para el momento y jamás se paraban a pensar en las consecuencias”. No es un misterio que los críos, por inconsciencia, ignorancia o ninguna de ambas cosas, tienen maldad natural. Si encima un adulto les permite hacer, se vuelven peores que los protagonistas de El Señor de las Moscas, como funcionarios nazis que, mientras haya alguien asumiendo la responsabilidad no hay limites para las cafradas. Ya sabéis del experimento social aquel ¿no?.


Y parecían inocentes

Quizás se pueda salvar el protagonista, David, creo que Jack Ketchum quiso usar este personaje para reflejar su deseo de dar esperanza y ayudar a la desdichada victima. Personalmente me caía un poco mal. Es el vecino de al lado de los Chandler y el encargado hacer la crónica del crimen. También fue el primer contacto de Meg en el barrio y la primera chica de la que se había enamorado. David desarrolló cierta frialdad y distanciamiento con la gente al tener a sus padres en proceso de divorcio, no es insensible pero si un poco turbio. Su papel en el libro se resume en ser un “cómplice” pasivo de los verdugos (no dejan de ser sus amigos de toda la vida) y en cierto momento revela su interés por saber más de lo que le está cayendo a la pobre chavala. De ahí pasa a ser un espectador impotente del horror para luego acabar como un improbable héroe vengador. Mi amiga Eli supo empatizar mejor con este personaje y me señaló que pasaba por muchas fases desde la admiración con la muchacha, a la complicidad con los vecinos con todo lo que ello implica para con ella (atracción, luego desinterés, rechazo, desprecio, y finalmente compasión y amor). También hay que tener en cuenta de que es un crío, que cuando cuenta la historia había pasado treinta años siendo un adulto con cuarenta tacos y bastante traumatizado de todo aquello. Y en esa época nadie hace caso a los críos, de poco serviría ir a otro adulto a decirle que están torturando salvajemente a una chica en un bunker. Lo más probable es que lo mandará a tomar paseo y maldeciría “las cosas de críos”. Es muy verosímil.


Hay un lugar pequeñito...

Y en cuanto a Ruth. Es el Mal. La gente se preguntará por que hizo lo que hizo. Qué la motivó. Desde la perspectiva de David tan solo podemos suponer que arrastraba años de rencor y amargura con la sociedad que la ha convertido en una loca misógina. Que Meg representaba todo aquello que había perdido: juventud, belleza, candidez, cordura y se propuso a hundirla y ponerla muy por debajo de su nivel. Su sobrina al principio cede, ignorante de sus motivaciones, pero luego entablan un duelo de voluntades, ya que las opciones para Meg eran o ceder a sus demandas cada vez más delirantes o sufrir las consecuencias hasta que su espíritu quebrara. Al final ambas cosas vienen a ser lo mismo. Daba igual lo que hiciese o no, de la tortura gratuita no se iba a librar, ya que según Ruth, todo era por su bien. La real Gertrude Baniszewski, después de pasar la cadena perpetua, confesó que lo que hizo fue debido a sus problemas personales, (varios matrimonios fracasados, apuros económicos...) y a una serie de medicamentos que ingería. (Ya, claro). En mi opinión todo son excusas, a pesar de lo dicho unos párrafos más arriba. Ruth Chandler era una zorra, era alguien a quien cerrarle todas las puertas y no sentir empatía alguna. La actriz Blanche Baker se esforzó por hacerla despreciable y gradualmente aterradora pero me temo que se quedó bastante corta a la hora de transmitir esa decadencia moral del personaje. En realidad nada justificaba su maldad, se pasa varios párrafos quejándose del padre de sus hijos y aunque eso quizás le habría valido a Jessica Chastain con su “Las mujeres han sufrido por los pecados de los hombres”, lo cierto es que la maldad no tiene género.

¿Quién quiere hacerlo?

Jack Ketchum fue discípulo de Robert Bloch, el famoso autor de “Psycho”, novela que adaptaría Alfred Hitchcock y marcaría un antes y un después en el género del terror y el thriller. Aprendió mucho de un pionero que llevó el género por un terreno pocas veces transitado como es la cruda realidad cotidiana que nos rodea. Nos dejamos de vampiros, de hombres lobos, de maldiciones, de venganzas de ultratumba en ominosas mansiones victorianas, y empezamos a encontrar el mal en la gente aparentemente normal y corriente que creemos conocer de toda la vida o, por el contrario, en unos perfectos desconocidos como cierto gerente de un motel bastante atento y simpático. El mal está en todas partes, es físico, real, vivo. Respira, suda y sangra como tú. Por tanto, Jack Ketchum, salvo por “She wakes” rara vez transitó por el lado sobrenatural del género. Sus monstruos son terribles por que son humanos y el calvario de sus victimas son los peores por que se pueden hacer en la realidad. La mujer que espera a su marido borracho para que la viole o le dé una paliza o ambas cosas, tiene ahí su mal. Los niños que están al cuidado de una madre neurótica y son arrastrados a su delirio tienen su mal ahí también. The Girl Next Door es un retrato de ese mal, nos hunde en un pantano de desesperanza donde no podemos esperar un final feliz, no podemos esperar mucho de eso en este fracaso de experimento de Dios al que llamamos humanidad.


¿Por qué lo han hecho?

Si, esto es un libro de terror. Gracias, señor Ketchum.

2 comentarios:

  1. De momento mi novela preferida de este autor. Al otro lado del rio tiene más acción y algún momento de lo más inquietante, pero esta en conjunto resulta mucho más enfermiza y deprabada.

    Para la próxima entrada a ver si puedes poner la letra algo más grande, que mi vista ya no es lo que era.

    Un saludo.

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