Encuentro particularmente placentero encontrar los libros en los que se basan grandes y pequeños clásicos del cine que habré visto cientos de veces. Me pasó por ejemplo con “Dune” de Frank Herbert y descubrí que no se le ha hecho justicia a una obra maestra de la ciencia ficción por mucho que David Lynch estuviese involucrado. O con “First Blood” de David Morrell, el libro en que se basó “Acorralado”, con la que se iniciaría la saga de Rambo y encontrarme con una historia mucho más dramática, cruel y trágica que la que nos aportó Silvester Stallone. “Starship Troopers” de Robert A. Heinlein no podía ser más distinta de la gloriosa locura de Paul Verhoeven. O “Jurassic Park” de Michael Crichton que, aún sin tener la épica del peliculón de Steven Spielberg, tenía momentos sorprendentemente cafres y gore. A menudo, leer la obra original después de visionar (por enésima vez) su correspondiente adaptación cinematográfica lo siento como estar ante una versión inédita o alternativa la misma, me imagino una peli a menudo completamente distinta, quizás mejor o peor según el libro, es como un particular Snyder’s Cut por así decirlo. De esta guisa tengo en búsqueda y captura lecturas como The Warriors de Sol Yurick, Las Brujas de Roald Dalh, La Guerra de los Mundos de H. G. Wells, Ritual de David Pinner (adaptada como The Wicker Man), unas cuantas de Stephen King y una larga lista más, algunas disponibles y otras descatalogadas desde hace años. De vez en cuando me encuentro con alguna sorpresa en alguna recóndita librería de segunda mano como ha sido el caso de la presente Tiburón, de Peter Benchley.
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| Tuvo mala suerte, nada más |
Sobre la película de Tiburón (Jaws, 1975) poco voy a contar que no se haya dicho ya, creo que todos estamos de acuerdo sobre su genialidad e influencia en la historia del cine. Redefinió el concepto de blockbuster, creó un icono inmortal e inimitable dentro del celuloide y fue el inicio de la carrera de un director extraordinario. Si, digan lo que digan, Steven Spielberg no se ganó el titulo del Rey Midas del cine por ser un niño mimado de Hollywood, el nota es en verdad un puto genio. Aún con todo me va a costar horrores comentar el libro en el que se basa sin hacer comparaciones con dicha película (bastante que todo el rato sonaba en mi cabeza la partitura de John Williams). De hecho, ni me voy a molestar en intentarlo. A pesar de los años desde que la vi, todavía recuerdo muy bien lo que me marcó está cinta. Recuerdo una coña de cuando eramos chavalines en la que uno se hacía el guay vacilando de ver una película un tanto inapropiada para su edad. Eramos tipos duros por haber visto Los Critters, imaginate. Así que había que reunir valor para ver películas como Viernes 13, It, Las de Freddy Krueguer, las de Chucky, yo mismo me curtí con películas como Mad Max, Conan el Barbaro, John Rambo, Alien el octavo pasajero, Predator… tenía especial fijación por las películas con monstruos y bueno, el escualo de Tiburón era en la práctica un monstruo marino. Pues bien, creo que de todas esas pelis yo podría vacilar de haber visto Tiburón de crío, y más concretamente, la muerte del capitán Quint, y sobrevivir al trauma.
Dudo bastante que cuando Peter Benchley escribió Jaws lo concibiese para dar origen una adaptación cinematográfica espectacular. Pienso que tenía otra idea en la cabeza. Su Tiburón no iba exactamente de un tiburón. A ver, si, hay un gran pez muy cabrón que mata gente, con descripciones de sus ataques bastante más gráficas de lo que acabó viéndose en la película. Sin embargo, quienes pillen el libro y esperen una trama basada en las tropelías de un escualo descomunal van a tener que armarse con un poco de paciencia. Jaws va de Amity, el ficticio pueblo costero que verá su vida trastocada por la presencia del gigante blanco, y de como reacciona a la crisis que representa. Pues el Tiburón en si es una crisis, daría lo mismo que fuera eso, un asesino en serie, un perro rabioso o el Coronavirus, es el detonante de una serie de consecuencias que marcará las vidas a un nivel económico y social de sus habitantes. Por ello, entre los primeros ataques y la batalla final en alta mar, hay un largo trecho de subtramas protagonizadas mayoritariamente por el jefe de policía Brody que retrata el lado humano de esta historia.
El caso en si, se basa en un hecho real ocurrido en el verano 1916 en la costa este de los Estados Unidos, en el que cuatro bañistas fueron devorados por varios tiburones y se desató el pánico todo el país. Esto sirvió de inspiración para Benchley, pero su interés estaba más enfocado a una trama de corrupción e intereses económicos que se va destapando a raíz de los ataques del tiburón blanco. De hecho, la novela fue atacada por diversas personalidades de la época que no les gustaron mucho la crítica de Benchley al modo de hacer de los políticos. En este contexto tiene especial relevancia los personajes de Larry Vaughan, alcalde de Amity, y Harry Meadows, amigo de Brody y redactor jefe del periódico local. El primero aparece en la peli como el típico alcalde inconsciente del peligro, que desea a toda a costa que su ciudad haga su agosto, tapando en el proceso la muerte de una chica. En el libro prácticamente hace lo mismo, ignorar la cautela de Brody y obligarle a mantener las playas abiertas, pero por causas un tanto más complejas y turbias en la que está involucrado la mafia neoyorkina, la cual ha invertido en propiedades inmobiliarias de su ciudad y lo presionan para que mantengan su valor económico. ¿Esto os suena de algo? Tiene bastante actualidad para haberse escrito en los 70.
No solo el endeudado alcalde presiona a nuestro héroe sino también todos los comerciantes de Amity. Es una pequeña ciudad que vive prácticamente de los veraneantes. De hecho se hace distinción entre los autóctonos que se quedan todo el año, y los visitantes que alquilan casas con playas privadas en verano. Gente humilde y servicial frente a gente de pasta. Con la llegada del come-hombres la ciudad-balneario no solo contempla la muerte de unos cuantos bañistas, sino de si misma como ciudad, obligando a la mayoría de sus habitantes a vivir de ayudas o mudarse a otra parte. Sin embargo, este pulso entre hombre y naturaleza llega a un punto de no retorno con el esperado fin de semana del cuatro de julio. Cuando el Tiburón se ha convertido en un enemigo declarado al que hay que abatir si se quiere salvar algo de Amity, lamentablemente no resulta tan vibrante en el libro como la secuencia rodada por Steven Spielberg (y los putos niños bromistas).
Yendo ya a los personajes principales y sus dramas personales, el libro puede servir como un documento curioso a la forma de pensar y hacer de los años 70. En algunos pasajes hay aspectos que hoy en día podríamos calificar de “contenido cultural obsoleto” como hoy en día anuncia Disney en la revisión de sus clásicos. Si hay un personaje negro Peter Benchley lo llama negro y se fuma un puro. En este aspecto, me resulta curioso los personajes empezando por Martin Brody. En la película, Brody, encarnado por un correcto
Roy Scheider, es el bueno, un jefe de policía tan bueno que resulta ser, como bien me lo calificó mi amigo Ruben, un completo sosainas. En cambio en el libro tiene cuantos matices más, en esencia es lo mismo, un poli honrado que actúa desinteresadamente por el bien de la comunidad pero es algo más humano que el típico héroe intachable de un western, más huraño, con pequeños vicios y momentos turbios en especial con su constante enfrentamiento contra Matt Hopper (descrito como un joven muy apuesto y adinerado), a quien nada más verlo lo ve como una especie de amenaza a su autoridad, solo por ser un niño rico y venir a su ciudad como un entendido de tiburones que tiene su influencia en las decisiones del consejo. Aquí no se van nadando juntos hacía el horizonte aunque pudiesen.
Esta hostilidad se ve acentuada por la posibilidad de un triangulo amoroso entre estos y Ellen, la esposa de Brody, la cual tiene un par de capítulos como protagonista aunque sean el tramo más pedante y de “rollo culebrón” del libro. Aún me pregunto cuales eran las intenciones de Benchley con este personaje en concreto. ¿La infidelidad de Ellen responde como consecuencia a la crisis que sufre Amity? No termino de hallar la conexión si la hay. ¿O tal vez sea un intento del autor de captar el interés del sector femenino de sus lectores? No sé yo si las mujeres de la época sentiría simpatía o se identificarían con una señora que justifica su adulterio con la nostalgia de su pasado, de vida adinerada y futuro prometedor en sus estudios que dejó atrás para ser la esposa de un policía y madre de sus hijos. En cierto pasaje menciona que su infidelidad responde a una necesidad de “probar su feminidad” y sentirse atractiva no solo para su marido. No sé yo, hoy en día quedaría como una tipa frívola y egoísta. En cualquier caso, esta trama amorosa, de engaños y celos lo he sentido como un lastre que no lleva a ninguna parte. Steven Spielberg tuvo bastante acierto en suprimirla para la película. Tiburón va de un tiburón ¿verdad?.
Y de los personajes llegamos al que más me dolió: Quint. Volviendo a comparar con la película, ésta se dividía en dos partes. Una hora estaba dedicada a todo lo que acontecía en la costa, los ataques del gran pez, los intentos de Brody de cerrar las playas etc. y una segunda parte que es la batalla naval del Orca contra el leviatán. En esta segunda mitad, donde solo veremos a los tres actores principales y el tiburón, Quint es la película. Peter Benchley se ha tenido que dar cabezazos contra la pared al ver la interpretación que Robert Shaw hizo del personaje. Yo me los daría por no haber creado un Quint tan genial. Robert Shaw fue un actor británico muy habituado a papeles de héroe bastante british, como me lo definió mi colega Ruben. Fue toda una sorpresa y un cambio de registro verlo como un autentico lobo de mar, severo, rudo, melancólico, curtido, personajes marinos así son muy atractivos, invitan a soñar con ser uno de ellos, tipos duros de vidas duras pero que no ceden a los desafíos de un medio tan despiadado e implacable como el mar, sin tiempo para frivolidades y con anécdotas de mil vidas a sus espaldas. Quint era protagonista de los mejores momentos de la película. Solo el monologo sobre su experiencia en el trágico hundimiento del Indianapolis da más miedo que el propio tiburón. Y ya no por no hablar de sus terribles gritos cuando se enfrenta a su destino, una cruel broma que le ha preparado el mar a propósito de aquel recuerdo. En el libro solo es un pescador con experiencia con tiburones la mar de borde y codicioso que, en las últimas paginas, se convierte en una versión cantosa del capitán Ahab. Una pena.
En resumidas cuentas, Tiburón de Peter Benchley fue un best-seller de notable éxito en los años 70, que se vio ensombrecido y casi olvidado por la taquillera película de Steven Spielberg. Hasta el punto de que no pocos creen que la peli vino antes y el libro después. Aun con todo, es una lectura muy entretenida y amena con bastante pasajes que merecen la pena leer ya que no están tratados en la película (todo menos lo del triángulo amoroso). El autor dedicó buena parte de su bibliografía a libros semejantes, de acción y suspense normalmente con algún animal marino involucrado como “La Isla”, una de piratas modernos, “Abismo” de buscatesoros, contrabandistas, tiburones drogados y una anguila enorme, “La Bestia” con un calamar gigante fastidiando su Amity particular o “Tiburón Blanco” que no va de un tiburón blanco sino de un mutante híbrido entre hombre y tiburón (Sic). Muchos de ellos adaptados al cine y televisión.









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