viernes, 27 de septiembre de 2024

Dementes Eléctricas




Los trece relatos que componen esta antología nos acercan a la inteligencia artificial desde múltiples puntos de vista, recreando un mundo que ayudará al lector a tomar conciencia del momento histórico que estamos atravesando. La IA está cambiando el mundo a un ritmo acelerado y debemos ser conscientes de sus beneficios y sus riesgos, utilizándola de manera responsable, porque a medida que continúa su desarrollo tendrá un impacto aún más profundo en nuestras vidas. Hay que continuar aprendiendo y explorando el potencial de esta tecnología para dar forma a nuestro futuro, trabajar juntos, y esto incluye a las administraciones, para garantizar que se utilice para el bien de todos y de manera ética

martes, 2 de julio de 2024

Relato: Comunión

 Era noche cerrada cuando el toyota de Derek se adentró en la oscuridad. Aún quedaba un buen trecho para llegar al pueblo, pero el conductor tomó un atajo por una carretera secundaria que atravesaba un campo de olivos. El quinceañero Matt también conocía aquella ruta y la habría recorrido mucho antes si no fuera por que alguien le robó la bicicleta mientras se divertía con sus amigos en la feria. Habría vuelto a casa a pie de no ser por Derek, un vecino del pueblo, quien lo recogió por el camino mientras llevaba a su amigo de la ciudad, Louis. Ya en el asiento de atrás, Matt quiso distraer su mente de los problemas y se unió a la conversación de aquellos adultos. 

- ¿De qué habláis?- les preguntó. 

- De Lovecraft- respondió Derek-, un escritor de terror que nunca describe a los monstruos. 

- Siempre usa los términos inenarrables, indescriptibles y cosas así- añadió Louis a su lado. 

- Pero eso no mola- dijo Derek-. Monstruos no sé, pero si debe haber algo concreto que acojone. Por ejemplo… mirad delante. 

Matt solo veía oscuridad, como si lo único que existiera en el mundo era lo alumbrado por los faros del coche, una carretera solitaria flanqueada por hileras de olivos, y aunque la vegetación no fuera alta, la negrura era tal que no se veían ni las estrellas. 

- Impone, ¿verdad?- continuó Derek- Es madrugada, estamos en medio de ninguna parte, no se ve un carajo… ahora bien, ¿qué podría salirnos delante que nos pusiera los huevos de corbata? 

- Un tío enmascarado- propuso Matt. 

- Bien- concedió Derek- Como Michael Myers, ¿no? 

- Si, ese mismo. 

- Una vez se puso de moda gente que se disfrazaba de payaso y se plantaba en los arcenes- dijo Louis. 

- Que cabrones, ¿no?- dijo Matt. 

- Si aparece uno ahora - dijo Louis-, me acordaré de todas sus castas. 

- A eso iba- siguió Derek-, da igual lo que se nos cruce ahora mismo, un conejo o la niña de la curva, nos cagaríamos encima. 

Hicieron una pausa y miraron en silencio a la oscuridad a través del parabrisas, buscando las posibles amenazas, reales o imaginarias, que les acecharan en ella. 

- Estamos esperando a que nos salga algo, ¿verdad?- dijo Louis.

 Entonces, los tres rompieron a reír.

 - ¿Te lo imaginas?- preguntó Derek. 

- Sois raros- dijo Matt-. ¿A esto os…? 

En aquel instante, algo golpeó el capó del coche y Derek pisó el freno con fuerza. Conductor y copiloto por poco no estamparon sus rostros en el salpicadero, las ruedas chillaron y el toyota casi se salió de la carretera. Cuando todo terminó y se recuperaron del susto, observaron que ante ellos había una bicicleta tirada en el suelo. 

- ¿Le hemos dado a alguien?- preguntó Louis. 

- No… -respondió Derek jadeando-, solo vi eso…

 - ¿Quien la ha dejado ahí?- preguntó Matt. 

Miraron a su alrededor en busca del dueño entre las sombras. Matt, medio sugestionado por la charla de antes, se imaginó que la bicicleta era parte de una trampa y que de entre los árboles saldría gente a atacarles. 

- Vigila que no haya payasos, Louis- ordenó Derek-. Voy a salir a mirar. 

- Ahora es cuando te matan, lo sabes, ¿no?- bromeó Louis. 

Matt se inclinó entre los asientos delanteros poniéndose a la altura del copiloto. Observaron como Derek era alumbrado por los faros y éste se aproximó al objeto con el que había chocado. Matt miró a ambos lados de la carretera en busca de alguna silueta humana que estuviera acechándole. Entonces, Derek levantó la bicicleta y la mostró a sus compañeros. 

- ¡Esa es la mía!- dijo Matt. 

- ¿Estás seguro?- preguntó Louis. 

Matt salió del coche y se unió a Derek, corroboró que, en efecto, aquella era la que le robaron. 

- ¿La dejaron aquí? ¿Pero quien…? 

Matt miró a su alrededor nervioso, su instinto le gritaba que de verdad estaban cayendo en una trampa. Entonces, alguien a sus espaldas deslizó los brazos por debajo de sus axilas y engarfiaron los suyos, notó que las manos del extraño se unían sobre su nuca, inmovilizándolo con una llave típica de un patio de recreo. Se sobresaltó y trató de liberarse pero quien fuera lo apresó con fuerza. 

- ¡Ahora, Derek!- era Louis.

 - ¡¿Qué cojones hacéis?!- chilló Matt. 

La ira que sintió al reconocerlo dio paso a un temor premonitorio, adivinó entonces que todo lo que había pasado desde la feria, el robo, el encuentro y todo lo demás, fue orquestado por esos dos. Se dio cuenta de lo poco que los conocía, nunca hizo caso a los rumores de que adoraban al diablo, jugaban a rol o eran homosexuales, siempre pensó que solo eran poco sociables, pero algo le decía que la amenaza que estaba esperando podía no haber estado oculta entre las sombras. Derek sacó algo del interior de la chaqueta y a Matt se le encogió el corazón al ver que se trataba de un puñal. 

- ¡No! ¡Por favor…! 

Entonces sintió en sus entrañas el cruel mordisco del acero. Matt chilló, forcejeó y se retorció en vano para librarse de la presa de Louis. Derek lo apuñaló en el vientre una y otra vez, convirtiendo su brazo en un borrón de movimiento cada vez más rojo y húmedo. El chaval no había conocido un dolor semejante en su corta vida. Cuando sus piernas ya no le sostenían, Louis lo dejó caer al suelo. 

- Ahora yo…- dijo Louis- ¡Dame eso! 

El cuchillo ensangrentado cambio de manos, Derek inmovilizó al agonizante Matt y Louis continuó con la carnicería. Para entonces, Matt solo dejaba escapar un débil gemido tras cada puñalada, hasta que calló para siempre. 

- ¡Joder, tío!- exclamó Derek- ¡Esto ha sido…! 

- Acojonante, ¿verdad? Te lo dije- respondió Louis. 

Dejaron el cuerpo y la bicicleta entre los olivos, volvieron al coche y atravesaron la oscuridad en comunión con las amenazas reales que acechaban en ella.

viernes, 21 de junio de 2024

Relato: Sannakji

 - Bienvenidos- nos saluda el holograma del juez, el cual flota en medio de la sala como una aparición espectral- Han sido dignos de llegar hasta aquí, pero solo uno de los tres optará por el puesto de chef de la Unión Interestelar. La prueba final demostrará que el ganador es la encarnación de los términos diligencia, disciplina y resistencia física y mental. Consistirá en preparar un sannakji plutoniano con nuestros amigos de la pecera que tienen a vuestras espaldas. 

Nos volvemos para mirarlos. Los moluscos de Plutón nos devuelven la mirada a través del cristal. ¿Estarán entendiendo lo que dice el juez? 

- Parecen cerebros, ¿no?- murmuro a los otros. 

- Si, salvo por el color y los tentáculos- me responde Dex. 

- Al igual que la variante coreana- continúa el juez- este sannakji consistirá simplemente en trocear vivo al animal y servirlo con aceite de sésamo. El reto será cocinarlo mientras soportan su peculiar mecanismo de defensa. Ellos establecen un vínculo telepático con sus agresores, sean depredadores o cocineros, y comparten con ellos sus sensaciones en vivo- O sea, sentiremos que nos estamos cocinando a nosotros mismos- El primero en servir el plato será el vencedor. Comiencen. 

Tú puedes, Lya. 

Otto, Dex y yo agarramos cada uno nuestro ejemplar, ninguno de éstos nos ofrece resistencia, y lo llevamos a nuestra cocina asignada. Sin dilación, con una mano sujeto uno de los tentáculos contra la mesa y, con la otra, agarro el cuchillo. El bicho observa todo ese proceso y luego me mira con una expresión suplicante. 

- ¡No hagas eso!- le ordeno. 

De pronto, me sobresalta un grito a mis espaldas. 

- ¡Me cago en Dios!- aúlla Dex desde el fondo de su alma. 

- Por favor, entiendo el dolor pero eviten las blasfemias- nos pide el juez- Muerdan el trozo de madera que disponen en la mesa. No disminuye el dolor pero ayudará. 

¡Venga, Lya! ¡Es para hoy! 

Muerdo la madera y comienzo a cortar. Al instante siento que un hacha de carnicero me golpea en el brazo con saña. Me lo miro, no está mutilado, no veo herida ni sangre, pero el dolor sigue siendo jodidamente real. Lo vuelvo a intentar y veo las estrellas. 

Resulta que a quien creíamos más aventajado para esta prueba, por su entrenamiento en el simulador de torturas, es el primero en caer. Otto yace en el suelo convulsionando y echando espuma por la boca. 

- Una pena- se lamenta el holograma- Que alguien lo saque de aquí. 

Un robot entra, lo agarra de los tobillos y se lo lleva a rastras. Lo agradezco, escucharlo gemir como un moribundo no es una distracción agradable. 

¡Para, por favor! Espera… ese pensamiento no es mío. Suena a mi voz pero no soy yo. Es… ¿la comida me está hablando? ¡Duele! Debo estar delirando. A Dex no parece que le pase lo mismo. Además, estos seres no tienen inteligencia ni sentimientos... se supone. Solo se dedican a chupar plancton de los hielos de su planeta.

 ¿Por qué lo haces? 

- Calla… Sigo cortando y sigo enloqueciendo de dolor. De reojo, veo que Dex aumenta su ritmo de corte, sus ojos inyectados en sangre están a punto de salirse de sus órbitas y de su boca cae una cascada de babas mientras muerde la madera. Yo debo lucir igual pero no llevo ni la mitad del trabajo hecho. Debo apresurarme o fracasaré... 

No quiero morir. 

- Y yo no quiero matarte… lo siento… 

¿Por qué empiezo por los brazos? Me dispongo a apuñalar la cabeza y así callarlo para siempre. 

Yo era feliz en el abismo, sin hacer daño a nadie. 

- ¡Está bien! ¡Me rindo! 

Tan pronto tiro el maldito cuchillo, todo termina. Con mi mente por fin libre del dolor y de las súplicas ajenas, me entrego a una tarea urgente, arrodillarme y echar hasta la primera papilla de la infancia.

 Cuando vuelvo en mí, todo ha terminado. Dex no está en su puesto pero lo veo junto al juez en el holograma, sostenido por dos ayudantes mientras aguarda el veredicto de su plato. El otro se está llevando un trozo de tentáculo a la boca, veo que eso aún está retorciéndose entre los palillos. 

Ojalá te atragantes.

 Pero todo eso me da igual ya. No me importa nada, ni el triunfo de mi rival, ni el desdén del juez, ni me importará la decepción de mis padres cuando me reciban en casa entre gritos y lamentos. Debería estar furiosa o triste pero no siento nada de eso. Me acomodo contra la pared y me limito a dejarme embargar por las gratificantes oleadas psíquicas de agradecimiento de mi víctima, la cual la han devuelto a su sitio donde podrá descansar y regenerarse. 

Gracias, Lya. Muchas gracias.

 Ojalá pudiera responderle que solo le he pospuesto lo inevitable.